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Fortunato Depero, un maestro 'menor'

Eduardo Prieto

Inagotable y polifacético, Fortunato Depero fue uno de los protagonistas del futurismo italiano, pero se le suele adjudicar la rúbrica de ‘maestro menor’. Oscurecido por la sombra de Marinetti, Balla o Boccioni, y escarnecido por su vinculación al fascismo, el destino de Depero coincide con el de aquella parte de la vanguardia italiana que la historiografía, a falta de mejor nombre, ha llamado ‘segundo futurismo’: el destino de ser un epígono, cuando no una imagen atenuada, del primer futurismo, el futurismo heroico, el futurismo ‘de calidad’, el futurismo ‘bueno’. Aunque lo anterior tenga su parte de verdad, ocurre con Depero lo que con otros maestros ‘menores’: que dan mejor el tono de su época que los grandes nombres y por ello acaban resultando más interesantes que ellos.

A los cien años de que Antonio Sant’Elia publicase el ‘Manifiesto de la arquitectura futurista’ poco antes de ser engullido por la misma guerra que decía glorificar, la Fundación Juan March presentó en Madrid la primera gran retrospectiva española sobre Depero, acompañada de un exhaustivo y exquisito catálogo que sigue siendo la mejor monografía sobre el artista. El empeño dio cuenta del interés que había suscitado el personaje tras las exposiciones dedicadas a su obra en Londres (2000), Budapest (2010) y Barcelona (2013), y tras la publicación de dos estudios —Riconstruire e meccanizzare l’universo (Milán, 2013) y Depero, l’uomo e l’artista (2009)— cuyo objetivo fue atenuar el infortunio historiográfico de quien, paradójicamente, se llamaba Fortunato.

Nacido en Rovereto, en el Trentino italiano, Depero (1892-1960) fue acaso el artista más tozudamente fiel al futurismo de los muchos que hollaron la vanguardia italiana. Su fidelidad provenía de la caída del caballo que supuso para él la exposición de Boccioni en Roma, de 1915. Fue allí donde tomó, ya para siempre, los votos futuristas, y se propuso llevar a cabo, con fe, un programa que era tan atractivo como contradictorio: glorificar el movimiento, la máquina y la guerra; multiplicar los puntos de vista; liberar las palabras de la gramática; y llevar el arte a la vida por mor de esa estética de lo fugitivo con la que, en su momento, había soñado Baudelaire. Es decir, Depero se propuso ser radicalmente moderno.

Con todo, lo más singular de nuestro artista es que esta lealtad sin fisuras a los principios futuristas no condujo al dogmatismo —Marinetti estuvo a punto de ‘excumulgarlo’— ni tampoco a la esclerosis creativa, sino a ese extraño pragmatismo, tal vez incluso el eclecticismo, que es acaso común a todos los maestros ‘menores’. Así, lejos de encerrarse en los límites de la pintura, o la escultura, Depero abordó las disciplinas que tocaban esa ‘vida cotidiana’ y sometida al fluir del tiempo que otros futuristas ensalzaban pero no se atrevían a tratar con verdadera fe.

Desde su encierro en su ciudad de Rovereto —que sólo abandonó durante una estancia larga en el Nueva York de los amados rascacielos y los rugientes automóviles—, Depero experimentó con todos los géneros. Fue dramaturgo y autor de escenografías y trajes maquínicos capaces de producir luces y sonidos para formar una puesta en escena tan abstracta como naíf. Fue poeta del absurdo y ensayista polémico. Fue artesano de juguetes que se anticiparon a su época, y de ingenuos tapices en intarsia cuya trama de colores chillones cosía él mismo, puntada a puntada, con paciencia de chino. Fue inventor de uno de los primeros ‘libros de artista’ de la historia —el célebre volumen atornillado que no podía colocarse en ninguna estantería—, y también el inventor de un ‘museo portátil’ como los de Duchamp. Fue artífice de pabellones de feria minimalistas y de ‘arquitecturas tipográficas’ que anticiparon en medio siglo las ideas de Venturi y .Scott Browvn. Y fue, sobre todo, un diseñador gráfico y publicitario que convirtió los anuncios del bitter Carpari no tanto en un sofisticado objeto artístico como en un cartel autopublicitario, una estrategia semiótica que señaló el rumbo que, algunas décadas después, seguiría el arte contemporáneo, cada vez más contaminado de ese ‘fetichismo de la mercancía’ en que Marx cifraba el espíritu de los tiempos. No son estos, desde luego, atributos menores para un maestro ‘menor’.


Publicado originalmente con el título “Depero, un maestro ‘menor’. Futurism, 100 Years Later” en Arquitectura Viva 168 (2014).