Sigfried Kracauer, vanguardia y retaguardia

Más conocido por sus obras posteriores, especialmente
aquellas dedicadas al séptimo arte —como la inquietante y clásica De
Caligari a Hitler y la innovadora Teoría del cine—, Sigfried
Kracauer, francfortés nacido en 1889 en el seno de una familia judía asimilada,
fue autor de innumerables ensayos de crítica cultural en los que recogió con
precisión la atmósfera asfixiante de la República de Weimar: época excesiva y
fructífera marcada por la pugna entre el expresionismo y las primeras
vanguardias ‘objetivistas’, el elitismo decadente y la nueva cultura de masas,
la recién estrenada democracia y el emergente fascismo. De ahí que, aunque sus
escritos no fuesen más que simples radiografías de aquel periodo, tendrían de
por sí un insoslayable interés. Pero, sin duda, son mucho más. Influido por
Georg Simmel y afín a su contemporáneo Walter Benjamin —con quien mantuvo una
fecunda amistad ‘inglesa’—, Kracauer elaboraba sus ensayos con un desapasionamiento
metodológico que estaba, según sus propias palabras, «en la retaguardia de la
vanguardia»; una posición incómoda desde la que diseccionaba con maestría
anécdotas culturales o detalles inadvertidos a los que sabía convertir en
cifras de toda la época.
Evidentemente, este método resultaba apropiado para reflejar el indefinido y convulso ambiente arquitectónico de la década de 1920. A ello contribuía además el hecho de que Kracauer fuese también arquitecto (estudió en Múnich con Theodor Fischer), algo que le permitía escribir con propiedad sobre la disciplina, sin renunciar en ningún caso a su fértil distanciamiento filosófico. Por ello, aunque sus escritos arquitectónicos palidezcan un tanto respecto a sus mejores textos de crítica cultural, los ensayos que Kracauer dedicó a la arquitectura merecen atención.
Agrupados implícitamente en tres bloques de recensiones —sobre las exposiciones de la Werkbund, sobre edificios singulares y sobre monumentos conmemorativos—, algunos de estos breves escritos sorprenden por el escepticismo (que nos resulta tan afín) con el que describe las soluciones ‘modernas’ al problema de la vivienda; otros inciden en el entonces balbuciente y hoy generalizado fenómeno de mercantilización de las formas arquitectónicas, o sirven para rememorar edificios hasta ahora olvidados, como la casa propia de Ernst May o la sede de la radio estatal en Berlín, de Hans Poelzig. Sin embargo, entre todos los ensayos descuella el último, un análisis del Memorial del Reich, inaugurado en 1933, que resultó a la postre premonitorio, en la medida en que Kracauer alertaba en su análisis del peligro de que la arquitectura acabara contaminándose de la estetización retórica y ‘vocinglera’ del totalitarismo político.
Fue a la postre ese mismo totalitarismo el que también en 1933 abocó a Kracauer a su destierro final en Nueva York, donde murió en 1966, ya en plena década del pop y convertido en un anacrónico y tal vez incómodo testigo de los malos tiempos.
Publicado originalmente con
el título “Vanguardia y retaguardia. Ensayos de Kracauer” en Arquitectura
Viva 140 (2012).