El cosmos de Humboldt

La ciencia no recompensa ni a los valientes ni a los
poderosos, sino a los que tienen razón: a estos los lleva al pedestal; a
aquellos los relega al olvido. El esquema es un tanto arbitrario, pero se
cumple con puntualidad en el caso de dos titanes del siglo XIX: Charles Darwin
y Alexander von Humboldt. Darwin consideró a Humboldt su maestro, y llevó una
vida tan retirada como polémica, pero es hoy la gran vaca sagrada de la
biología; celebrado como el científico más célebre de su siglo, en nuestros días
Humboldt no parece encontrar otro sitio que los manuales de historia
medioambiental.
Denunciar lo injusto de esta preterición es el
propósito de La invención de la naturaleza. El nuevo mundo
de Alexander von Humboldt, de Andrea Wulf, un libro escrito con el
rigor de las mejores monografías, pero con la soltura de una novela, y que es
el mejor intento realizado hasta el momento de reivindicar la figura del
polímata nacido en Berlín en 1769. La figura de Humboldt ha sido investigada en
el contexto del renovado interés por las ideas del Romanticismo alemán, y en
los últimos años han aparecido libros como Die Brüder Humboldt (2009),
de Manfred Geiger, Humboldt’s Cosmos (2004) de Gerrad
Helferich, o el catálogo de la exposición ‘Alejandro de Humboldt: una nueva
visión del mundo’, que pudo visitarse en Madrid en 2005; obras a las que puede
añadirse la reedición de su obra magna Kosmos (2009) y la
traducción española de la misma, aparecida en 2011. No puede decirse, por
tanto, que Humboldt sea un desconocido, ni que la autora aporte ningún dato
nuevo de relevancia acerca de su vida y obra. Pero esto no resta mérito a un
libro cuya principal virtud es su capacidad de conectar las ideas del sabio
berlinés con las preocupaciones ecológicas contemporáneas, proponiendo una
convincente cadena genealógica que, desde Humboldt, iría pasando por eslabones
como Thoreau —el mítico autor de Walden—, George Perkins Marsh
—precursor de la sostenibilidad—, Ernst Haeckel —autor de Kunstformern
der Natur—, John Muir —impulsor de la red de parques nacionales de los
Estados Unidos— y, por supuesto, Charles Darwin, quien dio con los azarosos
mecanismos evolutivos que a la postre derribarían los cimientos intelectuales
del imponente edificio construido por Humboldt.
Esta palpitante historia de las ideas se va hilando conforme la autora teje la no menos palpitante trama de la vida del prusiano: desde su etapa como inspector de minas hasta su funeral de Estado en 1859, pasando por su relación feliz con Goethe —que le inculcó la idea de que la naturaleza es un todo autoorganizado— y, sobre todo, el gran viaje americano que entre 1799 y 1804 le llevó por Los Llanos, el Orinoco, los Andes, México, Cuba y los recién nacidos Estados Unidos, donde intimó con Thomas Jefferson. Wulf también narra el retorno de Humboldt a Berlín y París —donde se hizo amigo de Simón Bolívar y enemigo de Napoleón—, amén del viaje a la estepa siberiana o la redacción del influyente Essai sur la Géographie des Plantes o de Kosmos, enciclopedia de un saber universal que ya entonces resultaba imposible. Son precisamente las láminas de estas obras, en especial la que representa la flora del volcán Chimborazo en ecosistemas determinados por la altura, las que mejor sugieren la actualidad de Humboldt, para quien la naturaleza «entrelazada con mil nudos» era al cabo un organismo muy vulnerable que el hombre podía alterar sin remedio. No queda más que animar al lector a que se sumerja en este tan apasionante como inquietante viaje a las raíces del Antropoceno.
La invención de la naturaleza
El nuevo mundo de
Alexander von Humboldt
Andrea Wulf
Editorial Taurus, 2016