El dibujo de la ciencia

Hoy el dibujo tiende a verse como
una disciplina puramente artística, pero durante mucho tiempo se consideró como
poco más que una herramienta auxiliar del arte, y donde realmente se valoraban
y se consideraban útiles los dibujos era en los campos de la técnica y la
ciencia. Aunque fueran conscientes de su valor, Miguel Ángel o Rafael no solían
dar mucho crédito a los maravillosos trazos salidos de su mano, y preferían
incluso esconderlos, no fuera a ser que transmitieran la idea de que artistas
tan geniales como ellos esbozaban, es decir, dudaban. En cambio, por las mismas
fechas en que uno ensayaba la figura de la Sibila y el otro componía las trazas
de La escuela de Atenas, los dibujos inundaban ya el mercado
del libro impreso, convertidos en la expresión visible, objetiva y, por tanto,
transmisible del saber, sin dejar de resultar tan bellos como para ser
contemplados como cuadros.
Dar cuenta de la fría objetividad
pero también de la pasión descriptiva que sostiene la belleza de los dibujos
científicos es el propósito de Science Illustration, una
monumental colección de imágenes compiladas para Taschen por la divulgadora
Anna Escardó, y que abarca desde el siglo xv hasta la actualidad, es decir,
desde el Renacimiento en el que Brunelleschi hizo de la perspectiva una
herramienta científica hasta hoy, cuando el dibujo es sobre todo infografía y
tiende a ser fruto de la inteligencia artificial.
La historia que narra Science
Illustration en sus 430 páginas in folio es la del ‘conocimiento
visual’ presentado a través de las bellísimas ilustraciones que convierten el
libro en una suerte de enciclopedia, y asimismo de los abundantes y precisos
textos que acompañan a esas imágenes. En pos de la claridad, la compiladora
sostiene esta historia en la cronología, para cubrir los cinco siglos que van
desde las ilustraciones de los tratados de Copérnico, Cardano o Vesalio hasta
la representación de las tripas del primer ordenador o la doble hélice del ADN,
desde los primeros mapas impresos de América o el primer dibujo de la luna
observada con un telescopio hasta la figura inquietante de un agujero negro, y
desde los ingenuos grabados de las especies animales según Plinio hasta la
recreación del rostro de nuestros antepasados, los primeros primates.
Se trata de 250 imágenes dispuestas
en el túnel del tiempo, pero que consiguen salirse de lo cronológico para
narrar otras historias implícitas. Una sería la de la variabilidad de los temas
propios de cada época, que, dando primacía a unas ciencias sobre otras
—astronomía, cartografía, botánica, geología, física—, propiciaron un modo
propio de contar, una idea peculiar del dibujo. Y la otra historia sería, por
extensión, la del propio desarrollo de las técnicas y formatos del dibujo y,
con ellos, también la historia de la mudable condición
—analítica, sintética o sinóptica—
que, en función de sus usos, adquieren las imágenes en el empeño de contar
cosas tan distintas como la estructura celular del ojo, la circunvolución de
los planetas, las entrañas de una máquina de vapor, la expedición de Napoleón a
Rusia o la geometría escamosa de la piel de una serpiente.
Es cierto que, por grande que haya
sido su afán enciclopédico, la compiladora apenas ha sido capaz de ver la
relevancia y belleza de los dibujos técnicos de arquitectura —tan importantes
para dar forma a la perspectiva y a la representación de la realidad—, pero
ello no es óbice para reconocer el valor de un libro que, desde el principio,
nos hace disfrutar de la belleza espontánea y sabia del dibujo de la ciencia.
Science
Illustration
A History of
Visual Knowledge from the 15th Century to Today
Anna Escardó
Taschen, 2022