La nobleza del oficio. Escritos de José María García de Paredes

La taxonomía por generaciones y la celebración por centenarios son dos
supersticiones del pensamiento estadístico. Pero nadie puede quitarles el
mérito de que mantengan nuestra memoria despierta y aviven nuestro sentido de
la justicia, sobre todo cuando reconocen a personajes que las modas han dejado
arrumbados en el limbo.
No es el caso, o no lo es del todo, de José María García de Paredes. Nacido
en 1924 y miembro de la generación de los que no ‘hicieron la guerra’ y dieron
lo mejor en las décadas del llamado ‘desarrollismo’, García de Paredes no
experimentó esos sobresaltos de la fortuna crítica que a veces llevan a los
arquitectos del todo a la nada. Es cierto que no gozó de tanto reconocimiento
como De la Sota, Coderch o Sáenz de Oíza; pero no es menos cierto que, desde su
muerte en 1990, la valoración de su obra ha ido en aumento, quizá porque a
García de Paredes se le ha considerado sobre todo por su faceta de especialista
en auditorios, una simplificación que, si bien puede mover al respeto
profesional, no por ello deja de ser eso, una simplificación.
Como otros arquitectos de su generación —si es que puede llamarse así a un
grupo tan diverso como el formado por Julio Cano Lasso, Federico Correa, Luis
Peña Ganchegui, Oriol Bohigas, Antonio Fernández Alba, Javier Carvajal o Rafael
de La-Hoz, con quien firmó la excelente opera prima del Colegio Aquinas—,
García de Paredes tuvo que moverse por el apasionante pero confuso período en
que la modernidad arquitectónica española se construía en frentes muy
distintos. La guerra había quebrado la lógica de las generaciones, y Mies y Le
Corbusier llegaban casi al mismo tiempo que Aalto, Jacobsen, Zevi y Gardella, y
todo ello en tiempos de premuras económicas y sociales que exigían compromiso.
De manera que a la generación de García de Paredes, ecléctica por necesidad, no
le quedó más remedio que ponerse manos a la obra: fue en la acción, más que en
la reflexión, donde dio sus mejores frutos. Menos neta en Bohigas y menos aún
en el grafómano Fernández Alba, esta vocación de dejar la estilográfica de lado
—entonces se escribía aún con estilográfica— para entregarse al oficio definió
a los Cano Lasso, De La-Hoz y García de Paredes, y es en parte esto lo que
explica las dificultades para devolverles el perfil complejo, creativo y a la
vez intelectual, es decir, propiamente arquitectónico, que tuvieron.
Libros como el que, bajo el título modesto de Escritos sobre
arquitectura y arquitectos, ha publicado la Fundación Arquia
agavillando textos de circunstancias, ayudan a desvelar la faceta menos
conocida de García de Paredes como pensador, al tiempo que sugieren la peculiar
atmósfera arquitectónica de su tiempo. Si la memoria de la estancia en la Real
Academia de España en Roma evoca a un profesional joven que, allende los
dogmas, descubre la historia y conoce de primera mano las novedades del
panorama internacional, las respuestas a las encuestas para la revista Hogar
y Arquitectura desvelan la voluntad de llegar a la sociedad mediante
la llamada ‘integración de las artes’; la misma voluntad que le acercó a otros
de los evocados en el libro, como Sáenz de Oíza o el pintor Carlos Pascual de
Lara. Por su parte, el temprano interés por la historia llevó a García de
Paredes a interesarse por los paisajes culturales de Madrid y, sobre todo, de
Granada, ciudad que representa los vínculos personales y creativos del
arquitecto con Manuel de Falla y la música, que el libro no puede menos que
recoger. Son estos vínculos con la historia, el arte y la música los que, más
allá del profesionalismo y de los auditorios, hacen que García de Paredes pueda
representar —y hacerlo como pocos— la parte más noble de un oficio hoy tan
desfigurado y desvalido.
Escritos sobre
arquitectura y arquitectos
José María García de
Paredes
Fundación Arquia, 2023