La silva de Parra

Ante lo
personalísimo, ante lo exquisito, ante lo raro, es mejor tomar la postura de
los teólogos medievales a la hora de definir lo divino: describirlo no tanto
por lo que es como por lo que no es. El nuevo libro de José Joaquín Parra Bañón
—«un raro de lujo», tal y como lo definió Fernández-Galiano— no es un ensayo,
pues no sigue una línea discursiva única y se desparrama por cientos de
microhistorias, como los meandros del Misisipi. No es un libro de historia,
pues ni se ciñe a un decurso cronológico ni pretende explicar nada con hechos
científicos: el modo en que Parra utiliza el pasado es fecundamente retórico. Y
tampoco es un libro de crítica al uso, pues no aspira tanto a dar ‘claves’
cuanto a emitir glosas idiosincrásicas, fogonazos intempestivos, iluminaciones.
Sí a algo
se parece este singular volumen —‘ensayo-álbum-relato’, lo define su autor— es
a una colección de emblemas a lo Cesare Ripa. Una colección poco previsible que
practica la écfrasis sobre más de sesenta imágenes de personajes para
deconstruirlos buscando sus lados inesperados, subversivos, incluso oscuros. Lo
de glosar iconos para desvelar significados ocultos es tradición barroca, como
barroco es que este libro no tenga un tema, sino muchísimos, de manera que
funciona como esas colecciones del Siglo de Oro que agavillaban todo tipo de
asuntos curiosos y un sinfín de citas en los llamados florilegios, crestomatías
y «silvas de varia lección».
¿Qué se
recoge en la silva de Parra? Nada menos que toda la modernidad a través de más
de un centenar de personajes, que a veces se emparejan de maneras inopinadas:
Le Corbusier con Anita Ekberg, Mies con Brigitte Bardot, Wright con Audrey
Hepburn, el Loos triunfante con el Loos moribundo. Personajes a través de los
cuales la extraordinaria prosa de Parra va construyendo su mundo amigo
del horror vacui y enemigo de la simplificación y el dogma. Su
muy particular mundo literario.
Pies de fotos para
arquitecturas descalzas
José Joaquín
Parra Bañón
Abada Editores, 2021