Las continuidades de Lucan

Las vanguardias nos acostumbraron a
pensar que la historia está hecha de revoluciones: cambios catastróficos de los
que resultan tabulae rasae disponibles para la emergencia de lo nuevo. Este
libro, Habiter. Ville et architecture —con el que culmina la
trayectoria intelectual del recientemente fallecido Jacques Lucan—, parte de
una idea bien diferente: más que los cambios radicales, son las permanencias
las que construyen la historia, y el reto consiste en dar cuenta del juego
sutil en el que la innovación se resiste a la tradición para enmendarla y
seguir a la postre manteniéndola con vida.
No se trata de una idea original:
el elogio de las continuidades fue ya uno de los leitmotivs del giro
posmoderno, y hoy sostiene cualquier planteamiento historiográfico que merezca
tal nombre. Pero Lucan no se limita a convalidar el lugar común: en su empeño
por desvelar el sustrato del habitar, amplía el enfoque con las aportaciones de
la antropología y la filosofía, y así, la frialdad objetiva de la longue
durée queda fecundada con las visiones humanistas de algunos de los
autores de cabecera del autor: de Emmanuel Lévinas a Paul Ricoeur, de Martin
Heidegger a Claude Lévi-Strauss.
Esta nómina sesuda puede sugerir
cierto exceso de intelectualismo, pero la impresión resulta precipitada, pues,
también en este libro, Lucan sabe ser fiel a su método: conciliar la idea con
el ejemplo, la abstracción con la concreción, la mente en las nubes y el pie a
tierra. De hecho, más que una glosa filosófica, el arranque del volumen es un
elogio de la materialidad sensual de Bernard Rudofsky y, con él, una alabanza
en sordina de la arquitectura vernácula, que para Lucan puede seguir siendo
fuente de lecciones en cuanto «ciencia de lo concreto» donde se conciliarían,
con vocación de permanencia, tipo, clima, recursos, construcción y modos de
vida.
Después de que esta mirada
antropológica haya paseado al lector por un proustiano ‘tiempo perdido’ que de
algún modo sería necesario recobrar, Lucan explora la polaridad entre lo
universal y lo particular que, a su juicio, determina la evolución de las ciudades.
Lo hace en un sugerente aunque esquemático capítulo, que deja paso a un
tercero, más histórico, cuyo tema es el origen y evolución de la vivienda
colectiva, y en el que el autor demuestra su maestría a la hora de conjugar las
metamorfosis del tiempo y las continuidades de la disciplina, hablando de las
circunstancias de cada momento pero sobre todo entregándose al examen
compositivo de los tipos y las formas arquitectónicas en una clave que, como
siempre en Lucan, es espacial. A lo largo de estas páginas, desfilan, entre
otros temas y motivos, las enfiladas barrocas y el nacimiento de la habitación,
la planta libre y la emergencia del bloque, y las megaestructuras y la
morfología urbana. Y este despliegue de referencias acaba funcionando como introducción
a la parte más propositiva del libro, donde se abordan con detalle los
mecanismos compositivos que, a lo largo de las últimas décadas, han dado
respuesta a las nuevas formas del hábitat sin entregarse a las
repeticiones kitsch y los juegos formalistas que son típicos
de los tiempos globalizados.
Partiendo de una clasificación más
o menos convincente en cuatro partes —la ciudad como ‘sedimentación’, como
‘fundación’, como ‘gran forma’ y como ‘jardín’—, Lucan se complace en este
capítulo en acercarse a autores diversos — de Kollhoff a Lacaton &Vassal,
de Nouvel a Herzog & de Meuron, de Piano a BIG—, igual que antes se había
complacido en ligar tiempos y lugares distintos. Convalida, merced a ello, una
de las mejores virtudes de su método: la capacidad de encontrar ideas comunes
donde no parece haber más que diferencias. Pero, si en obras anteriores este
talento innato de moverse por lo distinto se tradujo en una personal pero al
mismo tiempo convincente ambigüedad, no está claro que aquí la ambigüedad
resulte tan fructífera. El lector, en verdad, puede llegar a perderse en la
colección de ejemplos analizados, como si mirara por un caleidoscopio
fraccionado en demasiadas esquirlas.
No es satisfactorio tampoco el
cierre del libro, muy abrupto y tal vez improvisado bajo los nubarrones de la
pandemia. Y tanto la estructura del libro, más bien inconexa, como la excesiva
fragmentación de sus capítulos, epígrafes y ejemplos, dificultan el relato y
oscurecen las conclusiones. No deja de tratarse por ello de una obra notable
por su calado intelectual, y que, por cuanto evoca la ciudad contemporánea sin
caer en historicismos y reclamando los mecanismos internos de la disciplina,
representa muy bien la singular carrera de Jacques Lucan, y le sirve de
colofón. Así y todo, Habiter palidece frente a obras
como Composición, no composición (Reverté, 2024), ahora
disponible en español gracias al esfuerzo casi titánico de la profesora Ana
María Rigotti, y que no es solo la obra maestra del profesor francés, sino
también un texto llamado a convertirse en clásico de la teoría de la arquitectura
del siglo XXI.
Habiter. Ville et architecture
Jacques Lucan
EPFL Press, 2021