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Pervivencias empáticas

Eduardo Prieto

Los relatos canónicos perseveran en la idea de que la modernidad fue producto de la ‘razón’, pero ya sabemos cuán poco razonables son los relatos canónicos y cuántos puntos ciegos e ‘irracionales’ hay tras ellos. A iluminar uno de ellos se ha dedicado el profesor de Princeton Spyros Papapetros en un libro de título harto críptico —On the Animation of the Inorganic. Art, Architecture, and the Extension of Life— que es en realidad una historia de la pervivencia de un concepto antaño influyente pero hogaño olvidado: la Einfühlung o empatía.

Acuñada por Robert Vischer en 1873, desarrollada por Theodor Lipps y popularizada por Wilhelm Worringer, la empatía se concibió como la capacidad para sentir goce estético experimentando la forma de un objeto como si fuera parte del cuerpo humano. Wölfflin lo explicaba con un ejemplo arquitectónico: si un capitel enorme sobre una columna muy delgada produce una sensación de esfuerzo es porque durante la percepción el sujeto se convierte en objeto, y a la inversa. Como la conclusión era que los seres inanimados parecían tener cierta energía interna, cierta vida propia, la idea de la animación de lo orgánico hizo las veces de varita mágica para conectar a través de la estética los mundos que la filosofía y la ciencia de la época habían confinado a compartimentos estancos: el del sujeto y el del objeto. De ahí el papel importante de la Einfühlung a finales del siglo xix, unos años en los que, a la vez que se justificaba el arte con la psicología, seguían vigentes las promesas del Romanticismo.

Es precisamente en este momento de la historia del concepto —es decir, in media res— cuando comienza el relato de Papapetros, que agavilla seis capítulos en dos partes —’Animated History’ e ‘Inorganic Culture’— cuya pertinencia es más temática que cronológica. El primer y el segundo capítulo son una meticulosísima exposición del origen animista de algunos temas de Aby Warburg (la cabellera ondulante, la serpiente) con sus derivadas en el arte contemporáneo, mientras que el tercero trata la metáfora del cristal (es decir, la capacidad de la naturaleza para generar orden de manera espontánea) al hilo de las ideas planteadas por Wilhelm Worringer en Abstraktion und Einfühlung, un libro muy influyente en la arquitectura de los años 1920. Desde aquí se salta a un ensayo donde se asocia la metáfora del cristal con la obra cubista de Fernand Léger, para conectar después a este con otras referencias como Warburg o los neumáticos Michelin. El último salto corresponde a los capítulos sobre la relación de los rascacielos de Mies con la metáfora cristalina y el cine expresionista, y sobre el motivo de la petrificación en Dalí y Warburg (una vez más), todo ello con algunas notas arquitectónicas y aliñado con dosis justas de Freud y Lacan.

La mayor pega que puede hacerse  a este volumen apasionante y difícil es su débil estructura que no consigue disipar la impresión de que se está leyendo una colección de artículos más que un libro, y sobre todo, su enfoque limitado que obvia las raíces románticas de la idea de animación de lo inorgánico, planteada ya por Schelling, Novalis, Schopenhauer o Fechner, a los que el autor ni siquiera cita. Pero esto no es baldón suficiente para deshonrar un excelente estudio cuya tesis —la pervivencia de la Einfühlung y su expansión desde el arte hasta los objetos cotidianos— abre vías de investigación y ayuda a entender el mundo en que vivimos, no en vano repleto de esos aparatos que llamamos ‘inteligentes’. 



On the Animation of the Inorganic
Spyros Papapetros
University of Chicago Press, 2013